Si algo ha caracterizado a los Estados Unidos es su tendencia a la política Chimoltrufia, en donde «cómo dice una cosa, dice otra» y es que apenas hace unos días llegó a México la amenaza velada de parte de los gobiernos de los Estados Unidos y su lacayo canadiense, respecto a sus sospechas (infundadas y mañosas) sobre la política energética seguida por el Gobierno de México, bajo el argumento, de que esta restringe la libre competencia, frente a sus socios del T-MEC.
Pues bien, como un ejemplo más de su chimoltrufismo clásico, el día de ayer el gobierno estadounidense anunció la creación de un fondo económico, por la cantidad de 280,000 millones de dólares, para financiar a la industria de los microchips y semiconductores estadounidenses. Lo anterior sería objeto de aplausos y alegrías en cualquier lado del mundo, de no ser una decisión tomada por un país que ha hecho de la libre competencia su estandarte y que se inmola en los ideales de la no intervención del Estado en asuntos económico y, menos aún, en paternalismos que distorsionen al omnisapiente mercado.
Ahora bien, el argumento sobre el que se asienta el fondo injerencista de la administración Biden, es que se considera «asunto de seguridad nacional» tener una industria de chips electrónicos y semiconductores que le permitan a los Estados Unidos, ser independientes de la industria china, que concentra y se especializa en la fabricación de dichos componentes, es decir, el mismo argumento del Gobierno Mexicano, respecto la necesidad de que México posea soberanía e independencia energética para la población y las industrias nacionales.
No cabe duda que los Estados Unidos se ha convertido en una potencia decadente, sumida en la más triste de las esquizofrenias, en donde las autoridades de dicho país, ya no son capaces de distinguir las voces de la realidad, de aquellas que sólo existen en sus cabezas locas.
Fuente: medios
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