JUGARRETAS MINORITARIAS: MUJERES, NEGROS, JUDÍOS, TRANSEXUALES, ETC. MINORÍAS QUE LEGITIMAN LOS OSCUROS INTERESES «OCCIDENTALES».

Recientemente el diario canadiense «Toronto Sun», publicó un cartón en el que se puede ver al presidente ucraniano Vladimir Zelensky, extrayendo la cartera del bolsillo trasero del pantalón del presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden, en una clara referencia a los abusos, falta de resultados, corrupción, incapacidad y retórica ucranianas, convertidas en amenazas veladas, para continuar extrayendo fondos de sus «aliados», sin rendir cuentas, porque ya se sabe, «la guerra de Ucrania, es la guerra del mundo y los valores occidentales».

A partir de la publicación, de inmediato comenzaron a surgir voces, en Estados Unidos y en Europa, que de manera aireada condenan el cartón, acusándolo de «antisemitismo» basándose en el origen racial del mandatario ucraniano. Porque nada dicen sobre la corrupción de Zelensky o del hecho de que, en efecto, el conflicto (por ellos mismos causado) se ha convertido en una sangría para las economías de los países otanistas.

Lo anterior me hizo pensar que, si recordamos bien, Zelensky es sólo una marioneta elegida por las élites globalistas, que bien pudieron calcular las características deseables en una personas cuyo rol es ser absolutamente inconsecuente e incoherente: un judío que apoya nazis, un judío que apoya genocidios, un judío que está a favor de la creación de guetos, un judío que, como podemos ver hoy, no debería (en sus mentes) ser juzgado, criticado, llamado a rendir cuentas, etc., por el simple hecho de ser judío

Pero lo mismo aplica para las mujeres que desde hace décadas han formado parte de la élite en sus países o en organizaciones internacionales, que han sido impuestas por políticas de «paridad de género» que las premian por ser mujeres, independientemente de su falta de ética, talento u honestidad.

Cómo ejemplo de estas mujeres tenemos, a Hillary Clinton, a Ursula Von Der Leyen, Analenna Baerbock, Victoria Nuland, Giorgia Meloni, Kaja Kallas, Ingrida Šimonytė, Dina Boluarte, Norma Piña, etc., quienes vendiendo la falsa creencia del «toque femenino» y la bondad innata de las mujeres, han demostrado, con hechos, que son iguales a cualquier hombre en lo corruptas, asesinas, despiadadas, ambiciosas, y belicistas. Sin embargo, lo anterior no se les debe decir, salvo estar dispuestos a ser tratados de misóginos, machistas, violentos de genero y cualquier otro título que han acuñado para intentar tapar el sol y sus fechorías, con un dedo.

Ahora bien, recientemente han surgido homosexuales, transexuales, y todo sexuales, que, basados en su preferencia sexual, aspiran a ocupar u ocupan puestos públicos, gracias a las políticas de «inclusión forzada», injerencias de países extranjeros e ideología de género, se hacen de recursos públicos para formar bastiones desde los cuales demuestran que, al igual que las mujeres, los judíos y las personas de color, no son mejores, ni representan nada y son simplemente pan con lo mismo: corruptillos muertos de hambre, violentos, ladrones, clasistas y racistas a quienes no se les puede decir nada, porque inmediatamente sacan la carta de la homofobia, para evitar ser llamados a rendir cuentas.

Cómo ejemplo de lo anterior tenemos a Sarah Ashton-Cirillo, portavoz racista y genocida del ejército ucraniano, la española Estrella Cid, Rachel Levine, o los cientos de miles de »activistas» que, como tenía que ocurrir, se han insertado con mayor o menor éxito en la industria del activismo en pro de las minorías sexuales. Todos ellos utilizan la carta de la homofobia y/o transfobia, cuando se les llama a rendir cuentas o se les señala por sus corruptelas y abusos de autoridad.

Finalmente, en el caso de las personas de color, los Estados Unidos nos ha regalado una pléyade de falsas promesas que únicamente han servido para el desencanto universal y para comprobar que la maldad no tiene color: Condoleezza Rice, Colin Powell, Lloyd Austin, Linda Thomas-Greenfield y el epítome de la falsedad, Barack Obama, le han demostrado al mundo que el hecho de haber soportado segregación, vejaciones, malos tratos y racismo sistémico, no garantizan empatía, bondad, generosidad, honor o la búsqueda de que dichos males no se multipliquen el mundo, por el contrario, los validan, al demostrar que todos, sin distingo, somos capaces de cometer las peores atrocidades, si nuestro sistema nos lo permite. Obviamente, en el caso de los personajes anteriores, se ha jugado, juega y jugará la «black card» para disfrazar de racismo cualquier crítica, juicio o llamamiento a cuentas, porque «no es posible que una persona que ha sufrido tanto sea capaz de infringir tanto mal a los demás».

Cómo colofón de lo anterior, en México padecemos el caso de los inditos buenos, como Xóchitl Gálvez, una corrupta de cabello teñido que, bajo el disfraz de un origen étnico (que no posee) y los huipiles que porta, más para esconder su abultado estómago, que como muestra de identidad, esconde los peores vicios de una clase política que no debería tener lugar en ninguna parte del mundo.

Pero eso sí, ¡ay de aquel que ose llamarlos corruptos, asesinos, o delincuentes! porque ellos son judíos, mujeres, homosexuales, negritos o inditos que han sufrido tanto, que merecen su oportunidad de hacer sufrir a otros.

Zaparino

Etiquetado , , , , , , , , , , , , , , ,

Deja un comentario