SIN LÁTEX NO HAY AMOR: EL GAY PRIDE AL DESNUDO

Queridos lectores:

Hace algunos meses tuve el placer de publicar en este espacio un artículo publicado por el escritor y bloguero Marten Weber y hoy, finalmente, tengo el gusto y honor de contar una vez más, con la presencia de Marten y uno de sus artículos para todos ustedes.

En esta ocasión, la historia que nos relata el autor, se centra en el cada vez más preocupante abandono de las medidas de protección necesarias para evitar el contagio del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, entre las nuevas generaciones, aquellas para quienes el SIDA ha dejado de representar un riesgo verdadero y que consideran la vida de una persona infectada, como algo apenas distinto, de la vida de una persona completamente sana.

Con este texto, no pretendemos juzgar ni criticar las decisiones que cada persona toma, respecto de los riesgos que desea asumir y el precio que esta dispuesta a pagar por sostener relaciones sexuales del modo que mejor le parezca, sino despertar conciencia respecto a la importancia que tiene el uso del condón para evitar la transmisión de una enfermedad, como el VIH-SIDA, que día con día continúa cobrando miles de vidas al rededor del mundo y para la cual, como dice Weber, aún a pesar de los largos esfuerzos de la comunidad médica, no hay cura.

Agradezco infinitamente la autorización, otorgada por Marten Weber, para la reproducción e interpretación de este artículo.

Zaparino

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El verano está aquí y  por ello, después de escribir una nueva novela y con una increíble necesidad de un buen bronceado, decidí llevar a mi esposo a un resort europeo para festejar el Gay Pride. Imaginen el sol, playas, conciertos, drag queens, imitadores de Lady Gaga y Kylie Minogue, modelos bien torneados, gogo dancers y cerca de un millar de hombres de todas las formas y medidas celebrando su libertad.  Ser libres para expresar nuestra sexualidad es algo maravilloso. Recordemos que en 78 países del mundo, aún hay personas que son encarceladas, torturadas, ahorcadas, lapidadas o simplemente asesinadas por ser gays, lesbianas, transexuales, etc.

Festejamos cuatro días seguidos, conocimos a mucha gente interesante y escandalosa, nos apretujamos entre abdómenes firmes como piedras y redondos traseros, bailamos cualquier tipo de música (incluyendo Boney M., lo crean o no), gritamos incansablemente “I am titanium” y “born this way” y babeamos al ver a los participantes de Mr. Gay en  pasarela, todo ello,  antes de dirigirnos a un bar de osos en compañía de algunos australianos  y suecos bastante borrachos. Todo en perfecta inocencia. Simplemente era verano.

Fuimos a la White Party, a la Black Party, a la Jungle Party y a la Fiesta de la Espuma, aunque la verdadera  fiesta siempre estaba en las atestadas calles. Al ver a la gente allí, mi esposo y yo, nos lamentamos de haber perdido nuestros abdómenes definidos y nos prometimos ponernos a dieta al lunes siguiente. Casi a las 5 de la mañana, decidimos volver a nuestro hotel, pasando por callejones cubiertos de vómito, basura y condones usados. Conforme el sol salía, pudimos ver al hermoso modelo que no miró a nadie durante toda la noche, recibiendo su merecido  en una callejuela, le aplaudimos, mientras él se inclinaba graciosamente. Borrachos de sol y amor, finalmente dormimos. Habría sido un fantástico día de libertinaje moderado, si no hubiésemos cometido el error de entrar en Grindr.

En su mayoría, los hoteles no permiten la visita de extraños a las habitaciones, hasta que las puertas vuelven a ser abiertas, a eso de las 6:00 a.m. Y es por ello que las fiestas duran hasta esa hora, y cuando los gallos cantan, casi de manera instantánea comienza la fiesta online. Las apps se encienden. Los mensajes llegan, dos o tres al mismo tiempo. En 20 minutos, nos llegaron invitaciones para tener sexo en grupo, los aullidos y lamentos de hombres solitarios suplicantes de un poco de amor, suplicas de pasivos necesitados de activos, y de activos en búsqueda de pasivos calientes. Honestamente, ¡nunca fui tan popular en Grindr!.

Al tiempo que platicábamos con Tim de Croyden, Jan de Ámsterdam, “Aussie lads” y “Irish boys” y un buen número de Joaos, Jorges y Jacobs, nos  dimos cuenta que muchos de esos caballeros, se encontraban en un estado de calentura incontrolable. Algunos, incluso utilizaron el traductor de Google, para salvar la barrera del lenguaje. Un italiano nos invitó a darle un vistazo a su burrito desinfectado, así que imagínense ustedes…

Después de otra media hora, el ambiente en la aplicación se tornó muy oscuro. Nueve de cada 10 hombres nos invitaron a tener  sexo bareback. En un principio pensé que el título “No Látex” se refería a la ausencia de fetichismo por prendas de ese material. Pero, “alérgico a la goma” no es precisamente un término médico. Fuimos invitados con imágenes gráficas de “orgias en proceso” y casi aceptamos encontrarnos con la “en forma, sana, centrada pareja británico- estadounidense” a dos puertas de la nuestra en el mismo pasillo, hasta que insistieron en la abstención de protección. Encontramos la propuesta un poco incongruente con tanta “sanidad”. Así que, un poco perturbados, apagamos nuestros celulares y nos acostamos a dormir. Eso fue  tan sólo el primer día.

La noche siguiente, y por un precio razonable, le pedí a un gentil gogo dancer ayuda para realizar un pequeño experimento. A las 6 de la mañana, posteamos una fotografía de su hermoso cuerpo en Grindr e invitamos a la gente a tener sexo bareback con él. El resultado: 200 entradas, desde un tímido “hola”, hasta imágenes de lo más explícitas. Sólo un alma piadosa envió un mensaje de preocupación bien intencionada. El resto, sólo quería echarse a nuestro amigo en todas las posiciones imaginables, siempre y cuando no hubiese látex de por medio

No se trataba sólo de hombres jóvenes. Nos encontramos con una pareja de osos ya en sus 50’s ofreciéndose a compartir a su juguete de 20 años para cogerlo sin protección. Hubieron ofrecimientos de drogas y alcohol, invitaciones para “hacerlo” en la playa, en la terraza y en cualquier número de habitaciones de hotel. Pero casi todos, o bien buscaban sexo sin protección, o respondían con un “OK” o “seguro”, cuando se les preguntaba si lo deseaban.

Llámenme inocente, pero me sentí impresionado hasta la médula. No tenía idea de que algo así estuviese ocurriendo. Que ¿qué me importa si soy un hombre casado?, ¿por qué habría de preocuparme por el destino de esos lindos jóvenes en sus 20’s?. ¿No es siempre la juventud un poco estúpida? ¿Acaso no cometimos todos, las mismas tonterías? Pues no sé, pero resulta que pertenezco a una generación cuya salida del clóset se dio, coincidentemente, durante el clímax de la epidemia del SIDA. Tal vez ello ha nublado mi visión. En verdad, sólo debería preocuparme de mis propios asuntos, escribir mis libros y dejar que todos esos hombres hagan con sus vidas los que se les plazca.

Pero no puedo. Me molesta inmensamente. Me molesta que la misma tarde en que recordábamos que aún, en 78 países, aún se castiga  a los homosexuales, haya yo recibido mí primer mensaje, de un chavo de 18 años, suplicando por sexo sin protección. Me molesta que viéramos a tantos jóvenes viajando gracias al “E”, al alcohol y a su propia juventud, que buscaban de manera activa ser infectados por un virus que aún no tiene cura. Me molesta el que no hubiera ningún booth con información acerca del VIH durante el evento, y que no fueran repartidos condones entre la gente. ¿En qué momento desapareció todo ello?

Tal vez los a los jóvenes de ahora sólo les interesa el futuro, y son invariablemente optimistas. Si se infectan hoy, seguramente habrá una cura en el momento en que desarrollen la enfermedad. Después de todo, los científicos han estado buscando una cura desde hace mucho tiempo. O tal vez a  estos hermosos, vulnerables y estúpidos hombres, simplemente no les interesa (su propia vida o la de los demás), tal y como lo decía el perfil de un barebacker: “La vida dura cuatro días. Hoy es el ahora”. No estoy seguro del significado esotérico de la frase, pero la implicación es clara: la vida es absurda, corta y absolutamente sin sentido, así que cojamos bareback  style para aprovechar el día. Durante mi investigación para escribir Benedetto descubrí que, los hombres del siglo XVIII, homosexuales y heterosexuales, presentaron la misma actitud hacia el placer carnal, a pesar de la agresiva e incurable sífilis. Hemos conquistado a dicha enfermedad, por lo que me pregunto si, ¿es el SIDA una cosa del pasado, y es éste el amanecer de la era post condón?

Me siento aún un poco contrariado y  discúlpenme, pero por el momento no tengo respuestas a las preguntas anteriores. Podrían pensar que soy inocente por escribir un artículo como este. Posiblemente todos ustedes ya sabían lo que esté ocurriendo en el ambiente, pero yo he visto el rostro del Gay Pride, y no me hace sentir orgulloso.

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Queridos lectores, pueden leer el artículo anterior, en su versión original (inglés), dando click aquí

Para saber más a cerca del autor, puedes ingresar en su sitio oficial en http://www.martenweber.com/

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